02
Ago
La industria alimentaria es un sector que se encuentra en constante evolución. Las empresas que producen alimentos realizan importantes inversiones cada año en mejorar los productos que fabrican y la mayor parte de ellas cuentan con departamentos específicos de innovación para elaborar productos de mayor calidad y con mejores características.
En los últimos años, hemos sido testigos de infinidad de innovaciones en la alimentación, desde la eliminación de diferentes alérgenos en la composición de los productos, pasando por el impulso de la estabilidad microbiológica y, por supuesto, novedades dirigidas a mejorar el sabor y las cualidades nutritivas. En el sector, las nuevas ideas no se limitan al propio producto, sino que van mucho más allá e incluyen también mejoras en aspectos como el packaging o incluso en la huella de carbono que supone la producción de esos productos.
La orientación de todas estas innovaciones está sin duda determinada por las demandas de los consumidores. Los hábitos de consumo han cambiado mucho en las últimas décadas y, de un tiempo a esta parte, los ciudadanos han empezado a exigir a las empresas productos más saludables. Las marcas, conscientes de ello, se han puesto las pilas.
Un ejemplo de esta actitud por parte de las compañías productoras lo encontramos en el aceite de palma, un componente que ha sido eliminado de los productos de firmas de la talla de Hero, Nocilla o Nutribén desde que se pusiera de manifiesto en 2017 que es un ingrediente poco saludable y, por tanto, nada recomendable.
Otra de las demandas que son tendencia actualmente es la referida a conseguir productos más atractivos, no solo en referencia a su sabor o presentación, sino en relación a mejorar sus características nutricionales para que sean más saludables para la población. En este campo se ha extendido en las redes sociales una corriente de opinión bajo el lema #realfooding, que lidera el nutricionista Carlos Ríos, y que promueve el consumo de alimentos lo menos procesados posible. Esta tendencia ha hecho que muchas empresas comiencen a preocuparse por eliminar los componentes menos naturales de sus productos y crear alimentos más sanos.
En general, el objetivo de la industria camina hacia conseguir la reducción de aspectos como el azúcar o las grasas saturadas de ciertos alimentos, ya que no solo es una demanda de los consumidores (o de los gurús de las redes sociales), sino porque los políticos han impulsado esta tendencia como parte del «Plan de colaboración para la mejora de la composición de los alimentos y bebidas y otras medidas 2020», del que os hablamos ya en Mundo Atacama hace unas semanas.
Entre las innovaciones, además de las ya mencionadas, se incluye también la reducción del sodio de los alimentos, una tendencia no solo recomendada por las autoridades en las más altas esferas, sino que se ha convertido en una demanda de los muchos consumidores que padecen algún tipo de enfermedad cardiovascular (recordemos que en España alrededor de 10 millones de personas presentan patologías vinculadas al corazón). Reducir el consumo de sal se ha convertido, por tanto, en una cuestión de salud pública.
Sin embargo, a veces se produce una contradicción curiosa en materia de innovación alimentaria. Las marcas apuestan por crear productos de tipo “light” o con menor nivel de grasas saturadas y, para conseguirlo, se ven obligadas a aumentar la cantidad de sal de los productos. Es decir, que lo que se convierte en saludable por un lado, se hace insano por el otro. Este es el caso de artículos como la mayonesa que en su versión normal tiene 1,4g. de sal por cada 100g. de producto y en la variedad light la sal aumenta hasta los 1,8g. Lo mismo ocurre con algunas marcas de patatas fritas, que en su alternativa tradicional tienen 1,35g./100g, de sal, mientras que en la opción con menos aceite o ligera, se incrementa hasta los 2,25 gramos.
En lo que respecta a la sal, el principal problema en innovación alimentaria es que su reducción cambia el sabor de los productos, por tanto, los productos perderían calidad. No obstante, y es uno de los aspectos más destacados de Sal de Atacama, nuestra sal permite reducir el sodio de los productos hasta en un 35% sin cambiar el sabor de los alimentos. En definitiva, Sal de Atacama es la innovación necesaria para aquellas empresas que quieren destacar en el mercado por una apuesta saludable sin tener que renunciar a reducir su calidad o sabor.